Mis codos

Un grano es ridículo. Varía su ridiculez en función de su tamaño y localización, pero siempre lo es. A mi me ha salido uno en el codo izquierdo. Justo ahí, en el vértice de la articulación, se erige el volcán.
Nunca había caído en la cuenta de la importancia de mis codos. Con este grano en pleno apogeo, no puedo utilizar el reposabrazos del tren. No puedo poner los codos en la mesa mientras como (aunque sé que es de mala educación). Cuando pienso, no puedo reposar mi cabeza en mi mano, que a su vez se apoya en el codo sobre la mesa. ¡Hasta tengo dificultades para marcarme un corte de mangas!.
Así pues, dedico este post a los codos, esa olvidada parte de nuestra anatomía que colabora silenciosamente en nuestros gestos cotidianos.

Mil

Con la holgazanería propia del verano, he desatendido bastante mis actividades blogeras. Hoy, azarosamente, me he conectado y he descubierto que ya he sobrepasado las 1.000 visitas.

Este blog nació con un objetivo plenamente terapéutico, y podría decir que lo ha conseguido. Desde ése mes de Febrero de 2010 donde intenté reconstruir mi asfixiada vida personal, han cambiado muchas cosas. Dedico muchas horas al cabo de la semana en actividades que antes no existían en mi vida. El proceso de búsqueda y cambio tiene aún un largo recorrido, pero ahora el rumbo es claro y la velocidad estable. I'll get there.


Para escoger la imagen de este post he pensado en lo que me sugiere la palabra "mil". Y lo primero que ha venido a mi cabeza es un billete de 1.000 pesetas, tan verde, tan antiguo ya. Este billete representa mis 35 años: mis primeros sueldos fueron aún en pesetas, mis primeras juergas aún se podían costear con 1.000 pesetas. Mil pelas, les llamábamos.

Cañadas de Cañepla (Almería) Vs Desierto de Phoenix (Arizona)

Almería, Spain (August 2010) -----Phoenix, Arizona (May 2008)




Laura y Julio. Juan José Millás


Me gusta la alegoría de los espejos que aparece tantas veces en la historia. A todos nos ha pasado alguna vez el mirarnos al espejo y no reconocernos. De vez en cuando es saludable ponernos al otro lado y mirar nuestra vida, nuestra casa, nuestros seres queridos, con ojos alienos.
Y quizá descubriremos grandes cosas que no sabíamos ver cuando estábamos dentro del escenario. Y así, podemos aprender a valorar cosas que no teníamos en cuenta; o podemos aprender a desprendernos de cosas que creíamos imprescindibles.
O quizá, simplemente, nos volvemos a donde estábamos. Depende de cada cual.