Cambio de ropa

Ya viene siendo una tradición. Cada año, cuando la Mercè se aproxima (24 Septiembre) guardo la ropa de verano y saco la de invierno.

Es gracioso redescubrir la ropa otoñal. Me siento casi como si la estuviera comprando de nuevo. Cada prenda tiene asociado un sentimiento. El suéter que llevé cuando empecé ese trabajo el pasado Enero. El traje que llevé la primera vez que hablé en público un Noviembre (este traje ya es muy viejo). Los pijamas que me compré a tan buen precio la temporada semana. Las faldas que cada temporada saco y guardo de la misma forma, esperando al día que pierda peso y pueda entrar en ellas de nuevo (sic).

El final del verano

Hace unos días tuve que soportar que la dichosa "vuelta al cole" me recordara que el final del verano se aproximaba. Estos días es más que evidente que el verano de 2010 está ya extinto.

Pero, pasada la rabieta, redescubro los encantos del otoño. El viernes llovió mucho y dejó mi jardín refrescado y agradecido. Salí tras la tormenta y observé cómo las gotas permanecían posadas en las plantas, ¡parecía que no querían irse!.

Pisé un caqui caido en el suelo y su olor dulzón me recordó a los frutos propios del otoño (boniatos, castañas...).

Esta mañana he paseado en bicicleta con unos amables 16 grados de temperatura, y observaba cómo el suelo empieza a cubrirse de hojas y los primeros ocres aparecían en los árboles.

¡Así que esta semana voy a cambiar la ropa del armario y a dar la bienvenida al otoño!