El apagón emocional

Dicen que hay gente que se muere de pena. Esta afirmación, a priori pseudoesotérica, está siendo cada vez más estudiada desde el punto de vista científico. Encontramos en esta línea al Dr. Francisco Mora, catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid que ha acuñado el término apagón emocional para referirse (entre otros) a esos ancianos cuya volición queda totalmente anulada y se dejan morir. Este concepto está próximo al de estupor depresivo; forma extrema de expresión de la depresión que puede darse especialmente en personas ancianas. Empiezan negándose a andar, continúan negándose a hablar y terminan negándose a comer y por ende a existir.

Como explica Punset en su libro “El viaje a la Felicidad” (Destino, Barcelona 2005) la felicidad tiene una fórmula en la que las Emociones juegan un papel primordial. Si la emoción es cero, la ecuación entera se transforma en cero y ya nada tiene sentido.

Felicidad = E (M+B+P) / R+C

Es difícil distinguir esto de un suicidio. Pasivamente uno se va apartando del mundo hasta desaparecer. Pero, si la vida ya no tiene sentido, ¿para qué continuar?

(…) la que llamamos «apagón emocional». Hay gente que se muere y cuando se le hace la autopsia se averigua que el fallecimiento no se ha justificado en ningún fracaso orgánico. Y cuando se ha analizado su historia clínica se ha visto que son estas personas que renuncian a actividades porque «yo eso ya lo he visto», «eso ya lo he hecho»...

-¿Víctimas de la falta de incentivos?

-¡De la falta de emoción por la vida! Algo así como un «hasta aquí he llegado». Y el organismo se va apagando.

-¿Eso les ocurre sólo a los cenizos? ¿O quizá a raíz de traumas como enviudar?

-No. No hay motivo concreto. El origen está en la suma de esos factores que determinan que un individuo sano acabe no teniendo ilusión por viajar, por cualquier tipo de relación personal o por un algo más allá de decir «dejadme tranquilo». Por eso yo explico que la emoción es una hoguera interior que hay que alimentar. Y el consejo es: si una amiga o un amigo te dice «vámonos a París tres días», aunque se te haga cuesta arriba, acéptalo.(…)

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