Carta a mi no-hijo

Querido no-hijo,

Tu no-padre y yo decidimos hace tiempo que te quedarías en el mundo donde los niños no concebidos permanecen eternamente. La naturaleza ha pasado de largo y a nosotros no ha llegado su llamada, con lo que no estamos preparados para cuidarte como te mereces.
Por otro lado, pienso que te hemos ahorrado muchos disgustos y por eso he pensado en escribirte esta carta. Por si tienes curiosidad sobre cómo es este mundo, te puedo contar que sospecho que donde tú estás ahora se vive mejor. Quizá el motivo encubierto de esta carta es preguntarte si hay sitio para algún alma más ya que a veces dan ganas de no haber nacido.
Te puedo contar que este mundo es cada vez más competitivo y las personas están cada vez más left to their own devices como decían los Pet Shop Boys hace dos décadas. En aquella época las cosas funcionaban mejor. Tenías becas para ir a la Universidad, la Seguridad Social sufragaba los medicamentos y en el colegio se enseñaba en catalán.
Veo competitividad en la adolescencia, retransmitida en directo en las redes sociales (¿dónde estarán los adolescentes feos?); competitividad en la búsqueda del primer empleo (más de 50% de desempleo juvenil); competitividad en el acceso a la vivienda (y acceso la hipoteca); competitividad en el aparente éxito social (aún los hay que adquieren coches caros a pagar en 10 años).
También pienso que, a pesar de todo, te lo hubieras pasado bien con nosotros. Una persona me dijo hace años en un avión que lo importante para tener niños felices es que nazcan de una pareja feliz. Que lo importante de verdad es la felicidad de la pareja porque, a partir de ahí, todo está cubierto. Te puedo decir que tu no-padre y yo lo pasamos francamente bien, a pesar del desmorone económico-social a nuestro alrededor.
Así que espero que estés bien en ese mundo de no-concebidos, donde no hace frío ni calor, con tus alitas de algodón. Mientras tanto, en la Tierra, nosotros seguiremos pasándolo bien, a pesar de todo.
Te quiere, tu no-madre.

Plan de domingo


Autopista para ciegos

Hace muchos años me encontraba conduciendo por Cerdanyola y a mi lado pasaron dos personas pedaleando sobre un tándem, con sendas gafas de sol y uniformes de la ONCE. No se me ocurrió otra cosa que preguntarles a mis compañeros de viaje si creían que los dos eran ciegos.

Muchos años después, de nuevo en mi coche, estaba pagando un peaje como buena catalana. Cuál fue mi sorpresa al ver que bajo el botón de Ayuda, se encontraba una plaquita con el alfabeto Braille. Proseguí mi conducción con la duda en mi cabeza.... ¿Para qué habrán mensajes en Braille en una autopista?. ¿Acaso los ciegos pueden conducir? Si ridículo fue mi comentario sobre los ciclistas ciegos, más ridícula resultaba la idea de un ciego conductor.

Al comentar el hallazgo con Le Poinçonneur él sostuvo que el mensaje está dirigido a un copiloto ciego en un automóvil inglés, cuyo volante está a la derecha y deja al copiloto ciego a merced de los peajes. Yo creo que esto es más rocambolesco que mi comentario sobre el tándem.

Pero creo que ya ha encontrado la respuesta. Parece ser que algunos ciegos pueden conducir a 154 Km/hr por la autopista, y si no, vean esta noticia.

Feliz 2012

Pese al firme propósito de evitar la reiteración cíclica en mis escritos, me veo de nuevo en la situación de repetirme cual disco rayado. La felicitación para 2011 podría servir perfectamente para este año. Los malos augurios y el año desastroso dejado atrás. ¿cuántos van ya? Mejor ni los cuento.

Creo que la mejor receta para 2012 va a ser ver menos los noticiarios y emplear más nuestro tiempo al nivel individual. Disfrutemos de nuestros amigos, familia y vanidades particulares mientras en el exterior la tempestad sigue.

Díganle a Merkozy que me avisen cuando todo esto haya pasado.

These boots are made for walkin'

Me apetece escribir en el blog, pero estoy vacía de ideas... Así que mientras las musas vienen a visitarme, pongo buena música:

"Me voy, sin que nadie me lo haya pedido"



No hace mucho auto-criticaba lo cíclico de este blog. Cada época de año me provocan similares sensaciones y los temas ya eran repetidos y aburridos. A pesar de mi convicción de no repetirme, el mito del eterno retorno se vuelve a cumplir: Dejo el trabajo, aburrida de tanto esfuerzo y explotación. Hace un par de semanas dimití y me sentí cual Adolfo Suárez abandonando el barco.

¡Qué satisfacción! El 14 de Diciembre empieza mi nueva vida laboral.
Alineación al centro

El apagón emocional

Dicen que hay gente que se muere de pena. Esta afirmación, a priori pseudoesotérica, está siendo cada vez más estudiada desde el punto de vista científico. Encontramos en esta línea al Dr. Francisco Mora, catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid que ha acuñado el término apagón emocional para referirse (entre otros) a esos ancianos cuya volición queda totalmente anulada y se dejan morir. Este concepto está próximo al de estupor depresivo; forma extrema de expresión de la depresión que puede darse especialmente en personas ancianas. Empiezan negándose a andar, continúan negándose a hablar y terminan negándose a comer y por ende a existir.

Como explica Punset en su libro “El viaje a la Felicidad” (Destino, Barcelona 2005) la felicidad tiene una fórmula en la que las Emociones juegan un papel primordial. Si la emoción es cero, la ecuación entera se transforma en cero y ya nada tiene sentido.

Felicidad = E (M+B+P) / R+C

Es difícil distinguir esto de un suicidio. Pasivamente uno se va apartando del mundo hasta desaparecer. Pero, si la vida ya no tiene sentido, ¿para qué continuar?

(…) la que llamamos «apagón emocional». Hay gente que se muere y cuando se le hace la autopsia se averigua que el fallecimiento no se ha justificado en ningún fracaso orgánico. Y cuando se ha analizado su historia clínica se ha visto que son estas personas que renuncian a actividades porque «yo eso ya lo he visto», «eso ya lo he hecho»...

-¿Víctimas de la falta de incentivos?

-¡De la falta de emoción por la vida! Algo así como un «hasta aquí he llegado». Y el organismo se va apagando.

-¿Eso les ocurre sólo a los cenizos? ¿O quizá a raíz de traumas como enviudar?

-No. No hay motivo concreto. El origen está en la suma de esos factores que determinan que un individuo sano acabe no teniendo ilusión por viajar, por cualquier tipo de relación personal o por un algo más allá de decir «dejadme tranquilo». Por eso yo explico que la emoción es una hoguera interior que hay que alimentar. Y el consejo es: si una amiga o un amigo te dice «vámonos a París tres días», aunque se te haga cuesta arriba, acéptalo.(…)

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