Mi niñez pertenece a la época en la que no habían Playstations ni teléfonos móviles. Sólo dos canales en la televisión. Sin embargo, por increíble que les parezca a los niños de hoy en día, no nos aburríamos. Nuestra imaginación era espoleada por programas que han quedado grabados a fuego en nuestras memorias. Planeta Imaginario era uno de ellos. Alucinaba cuando veía aquél tornillo volante y el aplique giratorio. Conocí a Miró y a su obra gracias a las historias de los muñecos de papel maché. ¡Qué nostalgia!.
Invisible. (Paul Auster)

Noches de cine
Me gusta el cine. Siempre me ha gustado. Uno de los juguetes que más aprecié en mi infancia fue el Super Cine Exin. A los 7 años participé en una conocida producción catalana. Ya conocen de mi actual amistad con Brad Pitt.
Recuerdo esas noches de sábado cuando había cine en casa. Cuando no existía el zapping. Mi padre, después de una larga semana laboral, podía estar con nosotros y la familia disfrutaba de una buena película ante el televisor. Qué recuerdo tan bonito.
La bella y el metro
NOTA: Ahora que cada día voy en metro no dejo de pensar en esta canción, que dura aproximadamente lo mismo que mi trayecto suburbano.
Entre el infierno y el cielo,
galopando entre tinieblas
de la periferia al centro
el metro.
Con ojos de sueño viene
cruzando la madrugada;
regresará a medianoche
con el alma fatigada,
el metro.
Cargando arriba y abajo
íntimos desconocidos,
amaneceres y ocasos
con dirección al olvido.
Por sus arterias discurre
presurosa humanidad,
el alimento que engorda
la ciudad.
De reojo se miran,
de lejos se tocan,
se huelen, se evitan,
se ignoran, se rozan;
y en el traqueteo
cada quien se inventa
la suerte
El escritor ve lectores,
el diputado, carnaza;
el mosén ve pecadores,
y yo veo a esa muchacha
Los carteristas ven primos,
los banqueros ven morosos,
el casero ve inquilinos
y la pasma, sospechosos
en el metro.
El general ve soldados;
juanetes, el pedicuro;
la comadrona, pasado;
el enterrador, futuro.
La bella ve que la miran,
y el feo ve que no está
solo en este mundo que
viene y va.
La bella se deja
mirar mientras mira
la nada que pasa
por la ventanilla.
Distante horizonte
de cristal de roca,
ajena y silente
flor de mi derrota.
El revisor ve billetes;
el sacamuelas ve dientes,
el carnicero, filetes;
y la ramera, clientes
en el metro.
Los avaros ven mendigos,
los mendigos ven avaros;
los caballeros, señoras;
las señoras, tipos raros
en el metro.
El autor ve personajes,
el zapatero ve pies;
el sombrerero, cabezas;
el peluquero, tupés.
Los médicos ven enfermos,
los camareros, cafés;
yo sólo la veo a ella:
la bella,
la bella,
la bella que no me ve.
Mi FAMOSO blog
Picnic sobre el hielo. (Andrei Kurkov)

En fin, resumiendo, este libro trata sobre un periodista ukraniano que vive con un pingüino. Destacaría la anestesia con el que el personaje vive sus relaciones afectivas, que nunca pueden ir más allá de un superficial aprecio. No es que sea un psicópata, simplemente es el estilo relacional de su cultura. De hecho, cuando he viajado a países del este de Europa siempre he tenido la sensación de estar ante una manada de zombies: sonrisas vacías, conformismo extremo, ropas grises... ¡Qué aburrimiento!
What a wonderful world
Nunca he aguantado a la gente que se queja. Quiero decir, a los insatisfechos crónicos, a los que han escogido la queja como forma de relación con el mundo. Quizá por ello nunca he ejercido la Psicología Clínica y siempre preferí trabajar con ratones de laboratorio.
Defiendo el optimismo como actitud por defecto. Ver el vaso medio lleno. A mal tiempo buena cara. El optimismo se contagia y te hace la vida más fácil. La vida, que siempre es complicada, ¿para qué complicarla más?. Los optimistas tienen el deber moral compartir su actitud con los demás. Y es por esto que cuelgo este video del genial Satchmo.